Las 8

26 03 2010

Las 8

Foto: (cc) webponce

Le solté una sonrisa sin siquiera pensar si correspondía al momento. Sólo la sensación de encontrar sus ojos con los míos me provocaba una felicidad trepidante que recorría mi espalda. Hacía rato que no escuchaba lo que me decía. No era que no me interesara, sólo que me desconcentraba irremediablemente mirar cómo sin usar sus manos y con movimientos delicados de su cabeza intentaba quitar ese mechón que le cubría la cara. Era ágil aunque poco efectiva, ese brote de cabello ondulado era tan rebelde como ella y parecía estar empecinado en interponerse frente a uno de sus ojos pardos. En un movimiento atrevido, sin siquiera consultarle usé mi mano para quitarlo y afirmarlo detrás de su oreja. Mi dedos rosaron suavemente ese lóbulo que soñé tantas veces besar y no pude evitar liberar una lágrima amarga. Sentí fuego recorrer mis yemas y un caos tomó control de mi mente perdida. Ella detuvo su discurso de inmediato y se mostró algo desconcertada por mi oportunismo. La miré con pena y ante su silencio imprevisto me sentí obligado a colocar nuevamente el pañuelo firmemente sobre esos labios llenos de besos esquivos, no quería volver a escuchar sus gritos de auxilio y misericordia. Apagué la luz y abandoné el subterráneo para ir a trabajar. Ya eran más de las 8.

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